Eorias fue antaño un hombre formidable.
Un campesino que forjó un ejército.
Un hombre que doblegó un reino.
Un mortal que asesinó a un dragón.
Pero ser un héroe supone un sacrificio.
Siempre debe haber un dragón.
Siempre debe haber un Señor del Fuego.
Matar a un tirano… implica convertirse en uno.
Todos dieron por muerto a Eorias.
Todos menos Aeryn, la princesa.
Eorias la había salvado…
… y con ello, había muerto.
O eso creían todos.
En el exilio, Eorias seguía existiendo.
Como el Dragón. El Señor del Fuego.
El tirano.
Y si volvía… sólo quedarían llamas.
Pero… ¿y si Aeryn le buscaba a él?
¿Y si le encontraba?
¿Podría aún salvar su alma?
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