¡O NO HAY TRATO!
El destino y la mala suerte llevan a Míriam a la desesperación. No es capaz de pagar sola el alquiler al que se había comprometido con su reciente ex, las deudas la ahogan y finalmente decide vivir en un lugar con todas las comodidades, “cómodos” sofás, baño y ducha, salas de reuniones..., es decir, la oficina donde trabaja.
Miguel Garmendia está a punto de perder lo único que tiene, la empresa que levantó desde joven porque precisamente dedicó su vida a trabajar, en lugar de disfrutar de ella como hicieron sus amigos y hermanos. Confiar en la persona equivocada, su contable, le ha llevado prácticamente a la quiebra. Sin embargo hay una esperanza, conseguir la herencia de su madre, bajo la condición de casarse. Claro que, no es tan fácil encontrar a una mujer que quiera casarse con un hombre como él y renunciar a una vida normal, aunque sea por unos meses. O tal vez sí... El único problema es que esa mujer es adicta al sexo y la abstinencia de ese matrimonio no es compatible con ella... Así las cosas... Míriam tendrá que establecer sus propias condiciones... ¡O no habrá trato!
Paula García vive en el caos y el estrés, rodeada de sobrinos desquiciantes y la locura de su familia. Tanto es así, que el hecho de tener que trabajar durante dos semanas en la casa de los Garmendia, en medio de la montaña, es como irse de vacaciones. Tener que tratar con el huraño hombre que vive ahí, o estar aislados del resto del mundo, no supone ningún problema. El único inconveniente es que la terapia contra su adicción al sexo no está haciendo el efecto que debería. Sobre todo cuando él le propone hacer un trato absurdo que echa por la borda todo su autocontrol.
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