Viernes por la tarde. Media hora para terminar mi jornada laboral y salir corriendo de la oficina, en dirección al pub de siempre donde había quedado con mis amigos para tomar algo. No solo eso, sino que mi amiga iba a llevar al macizorro hermano de su novio para presentármelo.
¿Qué podría salir mal?
Nada, o eso pensaba hasta que mi archienemigo Tom —la persona que peor me cae de la oficina y del mundo— se presentó en mi escritorio con un proyecto de última hora que tenía que estar terminado para el lunes. Para ese lunes.
No solo tenía que quedarme a trabajar la noche del viernes en la oficina —adiós planes, adiós macizorro—, además tenía que hacerlo con Tom, mi enemigo público número uno.
Si logramos sobrevivir sin matarnos, será u
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