Desde el momento en el que tomamos nuestra primera bocanada de aire comenzamos a trazar nuestro camino. Algunos de nosotros hacemos trazos individuales hasta cierto punto y luego agregamos a otra persona, otros desde el inicio nos encontramos formando trazos con alguien más y hay quienes incluso en todo el lienzo llamado vida nos mantenemos en un solo color.
Cada uno de los trazos contienen las emociones de cada persona, ya sea amor, odio, indiferencia, tristeza o felicidad es lo que somos.
— ¿Cuán lejos estarías dispuesta a llegar para pagar la deuda de tu hermana? – Preguntó mientras me tenía sujeta por la cintura.
Podía sentirlo pegado a mi trasero y su aliento golpeando mi cuello. Quería llorar, pero no iba a hacerlo. No era el momento.
— Llegaré hasta donde tenga que hacerlo.
No volvió a decir nada. Sabía cuál era mi resolución y también sabía que no iba a dejarme intimidar.
— Firma aquí.
Tenía más que claro que estaba firmando una sentencia de muerte, pero como siempre, la lucidez llegaba en el momento menos oportuno y sabiendo la suerte que me cargaba, esta me llegaba en el último momento, porque ni bien la tinta se había secado, la realidad acerca de que había hecho un trato con el hombre más poderoso de la camorra me había golpeado.
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